
No es nueva la moda de las biopics de figuras de la música. Existieron siempre, pero es cierto que desde el éxito de Bohemian Rhapsody empezaron a surgir de figuras del rock que no solo no están muertas como era el caso de Freddie Mercury, sino que están todavía bien activas, como Bruce Springsteen, a quien el filme que estrena hoy toma en una época crucial de su vida.
De su vida artística y personal.
Lo que diferencia a Springsteen: Música de ninguna parte de las biopics de Elton John, Bob Dylan o Robbie Williams, por mencionar solamente tres, es que se centra en un período especial, en el que El Jefe pasaba por una depresión acuciante.
Bueno, en eso sí se asemeja a los filmes antes mencionados, en los que los problemas de adicción de los músicos modificaban su carrera y su vida. Menos mal que Bruce no se drogaba, pero las referencias a las relaciones con sus padres (aquí, interpretado por Stephen Graham, el papá de Adolescencia) también son hechos que marcaron su vida y la de los artistas, y sobre las que se vuelve una y otra vez.
El director Scott Cooper, el de Loco corazón, sobre un músico de country que le valió su único Oscar a Jeff Bridges, en lugar de recapitular la carrera de décadas de Springsteen prefiere tomar el momento de introspección, justo después de The River, cuando la estrella de rock se miró hacia dentro y editó su álbum Nebraska. No llega a ser un año, entre 1981 y 1982.
La vida de Springsteen no fue ni es como la de Mercury, Elton John o Robbie Williams. No está atravesada por excesos no hechos extra musicales que lleven sus nombres a los titulares de diarios y portales. La película es más sobre cómo un artista se planta junto con su manager (un Jeremy Strong –Succession– mucho más medido y creíble) ante los requerimientos de una discográfica que necesita un hit radial, algo imposible de hallar en el cassette que graba Bruce y que iba a ser su siguiente disco.
No hay parodia ni guiños como en Bohemian Rhapsody, porque lo que aquí importa es la introspección del creador, del autor, del virtuoso que sabe lo que quiere y lo que no quiere.
Aunque eso también lo aparte del amor de sus seres queridos.
O sea no se centra en los días de gloria, sino en un momento tal vez no oscuro, pero sí decisivo y trascendental de su carrera, ése en el que casi suicida su carrera alejándose del éxito de su gira con The River, acercándose a sus raíces de clase trabajadora y creando el, para muchos seguidores de Bruce, su mejor disco, Nebraska.
Jeremy Allen White (el protagonista de la serie The Bear), puede o no parecerse e imitar a Springsteen. Puede o no tener las manos en los bolsillos de su campera negra. Eso tampoco importa. La película puede verse sin escucharse los acordes de Born in the USA (que igual está), porque lo central pasa por otro lado. Y lo que sí llama la atención es que Allen canta él mismo, con esa voz tan de barítono áspero de Bruce.
Tal vez el filme de Cooper esté demasiado dirigido a los fans del autor de Born to Run o Streets of Philadelphia, que conocen de lo que se está hablando, que a un público más general.
Cómo salen del cine esos espectadores, digámosle no iniciados, es la respuesta a la suerte o no que tendrá el filme en el recuerdo.
“Springsteen: Música de ninguna parte”
Drama. Estados Unidos, 2025. Título original: “Springsteen: Deliver Me from Nowhere”. 120’, SAM 13. De: Scott Cooper. Con: Jeremy Allen White, Jeremy Strong, Odessa Young, Stephen Graham, Paul Walter Hauser. Salas: Cinemark Palermo, Hoyts Abasto y Unicenter, Cinépolis Recoleta, Avellaneda y Pilar, Showcase Belgrano, Norcenter, Quilmes y Rosario.
Fuente Clarin