En el estudio 2 de Telefe, en Martínez, hay dos focos principales de atención, ya sobre el final de la presentación de Bake Off famosos: una torre impresionante de macarrones, con gente que los mira y no se anima a agarrarlos por miedo a que se derrumbe cual Xenga, y una mujer arrinconada por 32 personas, entre cables, preguntas, empujones y condimentos para el escándalo. Ahí está Wanda Nara, que, una vez que salió de ese extenuante ping pong, se sentó en el sillón de un camarín, para charlar a solas con Clarín.
Y, sin bajarse de esos tacos, ni perder la compostura adentro de ese vestido ajustado que le deja al espalda al aire, empieza a dejarse ver desde otro lugar. Algo así como el lado B de Wanda. La Wanda justiciera de pequeña, la madraza que dice ser, la que se toma un tiempo para pincelar la personalidad de sus cinco hijos, la que da detalles acerca de cómo se vivió en familia su diagnóstico de leucemia. La que habla desde un lugar poco conocido.
Toma agua, corre su celular para enfocarse en la charla, pero suena y llaman desde su casa. Es videollamada. Obvio que corresponde atender.
-Isi, ¿qué pasó?
-Má, mirá.
-No veo Isi, mostrame mejor, ¿qué pasó?
-Mirá, má, me sacó el diente. Ahí te mando el video.
-Dios, me muero, qué lindo.
(Entra en escena Francesca, la hermana mayor de Isabella): Má, le saqué y no le sangró nada, no sabés, fue re fácil.
-Bueno, Isi, ponelo abajo de la almohada que hoy seguro que viene el ratón Pérez.
-Dale, pero ¿cuándo llegás?
-En un ratito, termino una entrevista y voy.
“Cada vez que suena el teléfono de casa se me para el corazón, mis hijos son todo. Los tengo permanentemente en la cabeza y en el alma”, dice la mamá de Valentino, Constantino y Benedicto (que tuvo con el ex futbolista Maxi López), y de Francesca e Isabela (que tuvo con el futbolista Mauro Icardi).
Pasada la tierna escena familiar, con el primer plano de una boquita sin tanto diente de leche, y ya cerca de las 22 de un miércoles dedicado a la fiesta de lanzamiento del programa, se entrega a hablar de todo. El disparador será su vuelta a la TV argentina después de un año, para conducir, desde este lunes a las 22, por Telefe, el reality de pastelería con famosos, y junto a un jurado integrado por Damián Betular, Christophe Krywonis y Maru Botana.
-¿Qué estado tenés en este previa, parecido al de «MasterChef» (el ciclo que había marcado su debut en la conducción)?
-Tengo mucha ansiedad. Es diferente a Master, porque éste es con famosos, son 14 participantes muy grosos en lo suyo, que se van a probar en una cocina. Los saca de su lugar de confort y todos quieren ganar, entonces se cuelan los egos, las personalidades y las herramientas de cada uno. Por lo visto en lo que llevamos grabado se genera algo diferente y muy copado… Los ves distintos a como los venías viendo.
-De famosa a famosos, ¿podés imaginar su vaivén de sensaciones?
-Claro, vengo de hacer el Bailando en italia, los entiendo más que nadie. Lo tengo fresquito, soy la última ganadora de allá. Cuando sos famoso tenés el prejuicio interno de ‘Che, pará, ¿yo estoy para participar de esto que no es exactamente lo mío? Tengo una carrera, llegué hasta acá, no sé si estoy para probarme ahora en esto’… Cuando firmé el contrato con el Bailando italiano muchos me decían ‘¿Te parece que la conductora de Masterchef vaya a hacer esto que no tiene nada que ver?’. Y la verdad es que fue todo un desafío para mí y ahora veo que eso también se lo plantean los participantes de Bake Off. Más de uno se debe imaginar a Andrea del Boca volviendo a una novela, no a un programa de pastelería con el delantal puesto.
Acerca del ecléctico equipo que armó el canal, describe que “es un mix increíble, pensá sólo en Andrea con Callejero Fino sin ir más lejos y todo funciona muy bien. Fluye. Mariano Iúdica, por ejemplo, que ha estado en mil programas, me dice ‘Esto no es normal, esto no pasa siempre. Esta conexión jurado, conductora y participantes es alucinante’. El fin de semana pasado fuimos todos a bailar, incluida la hija de Andrea”.
Cuenta que “con Betu tenemos una amistad que empezó en MasterChef y se mantuvo. Y a Maru y a Christophe los estoy conociendo. Yo viví tres años en París y los franceses que conocí eran medio secotes. Me tocó un grupo del París Saint-Germain en el que jugaban Mauro y muchos argentinos y nos juntábamos en comunidad. No me relacionaba muchos con los locales”.
De la máscara a las hornallas
Famosa por varias cuestiones de su vida personal y por su jugoso costado mediático, Wanda celebró cuando en 2022 la convocaron para integran el panel de ¿Quién es la máscara?, reality de Telefe que condujo Natalia Oreiro, pero quería ir por más: “Dije ‘Gracias, qué bueno, pero la verdad es que quiero conducir’. ‘Pero no estás en la tele hace mil años, ¿cómo que querés conducir? Tenés que formarte, tenés que saber decir un PNT, tenés que aprender un montón de cosas que todavía no manejás’. Esa charla fue con Fede (Levrino, director artístico de contenidos del canal) y Pendino (Guillermo, hombre fuerte de Paramount) y me recomendaron una coach”.
Y recuerda que, en paralelo a otros trabajos, “tomé clases con María, que me enseñó a pararme frente a cámaras desde otro lugar. Y estuvo muy bien porque no me sacó mi impronta. Al principio yo hacía pruebas, pero era como Wanda buscando un personaje de conductora. Y no me copaba, yo quería mostrar una Wanda conductora. Ella me ayudó a encontrar mi lugar y, sobre todo, a sacarme lo prejuicios y, para bien o para mal, ser yo”.
-¿Y cómo llegaste a “MasterChef”?
-Un día me llaman para decirme que estaban haciendo un casting para ese reality. Yo no hacía casting desde hacía 20 años, más o menos. Lo gracioso es que me dijeron: ‘Para nosotros podrías ser vos, el único problema que tenés es que el productor no te quiere. El productor propuso a otros dos candidatos’. Un bajón. Y encima tenía a mi familia diciéndome ‘Pero mirá si vas a hacer un casting vos’. Mauro, el primero. Me decía vos ‘Sos Wanda Nara, ¿cómo vas a hacer un casting?’. Bueno, fui y lo hice. Llegué y me dijeron que el productor que no me quería estaba con la cucaracha en el control. Bueno, lo digo: era Diego Guebel, que ya me quiere y mucho. Mi prueba tenía que durar 40 minutos, me había preparado como una bestia y a los 10 me dicen ‘Chau, gracias, podés ir a tu casa. Cualquier cosa te llamamos’.
-¿Qué sensación tuviste?
-Me hubiera gustado que vieran todo lo que tenía preparado. Había dos chicos que tenían que hacer un ceviche, y también estaban Betu y Germán (Martitegui). Me fui con sensación rara, pero después medio que me olvidé, tomada por una mudanza, por todas mis cosas. Y un día estaba en Turquía, en un supermercado, me llaman y me dicen ‘¿Te acordás de la prueba? Listo, quedaste vos’. Me acuerdo patente, estaba en la caja del super, justo por pagar, con mis hijas, poniendo todo en la cinta. Fue emocionante.
-¿Sabés cómo conquistaste a Guebel?
-No lo sé exactamente, pero yo creo que tenía un prejuicio sobre mí. Es el día de hoy, y no sé si hago bien en decirlo, pero no creo Guebel se imagine un proyecto de conducción y que no lo haga conmigo. Es tanto lo que se enamoró de mi manera de laburar que gracias a el soy la conductora de Love is blind para Netflix. Me llaman y me dicen ‘Te queremos para este proyecto’. Pregunté si había casting… otra vez. ‘No, no, ya estás elegida. Hay una persona que habló muy bien de vos. Diego Guebel dio una carta de recomendación de cómo sos laburando’. Mirá lo que son las vueltas de la vida.
-¿Vos creés en eso?
-Creo en las posibilidades que te da la vida y en la concreción de los deseos. Yo quería conducir y acá me tenés. Todo me costó un montón, ojo. A veces cuando abro Instagram o Twitter y leo ‘Hoy me levanto y no tengo la vida de Wanda o no soy Wanda’. Y, un poco me da risa, qué lastima que muchos no sepan el laburo que hubo detrás de todo esto. Nunca tuve un novio productor, nunca tuve un novio del ambiente, no hay un conductor que haya sido mi pareja… Te digo cosas que capaz la gente piensa que son atajaos. O que sirve para recomendaciones.
-Bueno, tuviste otros novios.
-Sí, pero ser la mujer de un deportista no te ayuda para estar en la tele. Es más, tenés que seguirlo por todos lados.
-Pero gracias a que estabas con un deportista exitoso es que comprabas en un supermercado de Turquía.
-Sí, sí, lo sé y no reniego para nada. Pero si hubiera estado en un supermercado de acá llegaba más rápido al canal.
La infancia y la infancia de sus hijos
En medio de la charla, echa la vista atrás, mira a su alrededor y reconoce que “me veo mucho en Francesca, yo la dejo ser, como hicieron mis papás conmigo. A veces los llamaban del colegio para decirle a uno o a otro ‘No puede ser, Wanda se junta siempre con los varones, mirala, es muy extrovertida, para nosotros hay que tener cuidado, viste, en esta edad de las nenas en desarrollo, bla bla’. Y mi papá dijo ‘¿Yo quiero que sea como es’. Era muy amiga de los varones, y la pasaba bomba”.
Evoca sus tiempos de alumna en el colegio Pedro Poveda de Vicente López: “Si había una injusticia yo siempre iba defender lo que fuera, si le hacían algo a otro saltaba y si le hacían bullying a alguien yo me convertía en su mejor amiga”.
-¿Te hicieron bullying alguna vez?
Nunca, y trabajo mucho en eso con mis hijos. La única manera que tengo como mamá es hablar a fondo con ellos, porque no puedo hacer nada con el resto de los chicos, porque en cada casa se viven situaciones diferentes. Lo que está a mi alcance es criar chicos fuertes, que tengan la respuesta justa, que si a alguno le dicen tu mamá se muestra en bolas en Instagram que sepa qué responder’.
-¿Y qué decís que digan en ese caso?
-Yo no les digo qué decir, pero los crié de tal manera que encuentran rápido la respuesta. Son nenes inteligentes, bien educados, hábiles. Y Valentino, en una situación así, diría ‘A mí no me vengas a hablar de mi mamá, que no hay nadie que la conozca más que yo’. Él, como los demás, conoce como nadie a la Wanda que está en casa, con chancletas y jogging.
-¿Es la misma que está acá, con este vestido tan sensual?
-La misma, pero con otro look. Y los más grandes conocen este medio muy desde adentro. En el Bailando o el Patinando, por ejemplo, una de las condiciones que le puse a Marcelo (Tinelli) fue que me armaran en mi camarín una salita blanda para mi bebé, era lo único que me interesaba, podía cambiarme en el pasillo, pero lo otro no se negociaba.
-¿Qué es un salita blanda?
-Es cuando ponés goma Eva en el piso: Valentino había empezado a gatear. Le dije ‘Bailo, patino, lo que sea y quiero volver rápido a mi camarín y estar con mi bebe que va a estar cuidado por mi mamá o mi hermana’.
A pedido de Clarín, pincela con una amorosa y sincera paleta de colores a sus cinco hijos: “Valentino tiene 15 y es un potro. Es un obsesivo por el fútbol, por la alimentación, es muy disciplinado, juega en la octava de River. Juega de 9 como su papá”.
-¿Está para ser el nuevo Maxi Lopez?
-No lo sé. No le metemos mucha presión en ese punto: tenemos un grupo de whatsapp los tres, Valu, Maxi y yo, es un nene que creció en Europa y se topó con la Argentina a los 15 y los nenes hablan de otra manera, diferente a la suya, pero se integra bien. En ese chat lo contenemos, lo apuntalamos. Nos cuenta todo. Tenemos una relación increíble.
Y retoma los retratos familiares: “Constantino es más hippie, no se preocupa demasiado, es más relajado. Un nene que se adapta fácil. Cuando hay un problema en la casa él lo resuelve de una manera simple. País al que vamos país en el que se las ingenia para armar su grupo. Es un chico que hace las cosas livianas, llevaderas. Benedicto tiene un corazón enorme, siempre preocupado por sus hermanas que son más chicas. Es un nene que sabe demostrar el amor. Y se bancó dejar de ser el más chiquito cuando llegaron las nenas. Y Francesca es hermosa, pero un poco complicada. Es mi primera nena, es muy Wanda de chiquita, un petardo. Y después viene Isi, muy cariñosa y muy divertida, algo inquieta, muy mimosa. Los cinco son lo mejor que me podía pasar”.
Y la funda protectora de su iPhone da cuenta de sus prioridades: están las cinco caritas estampadas ahí. Vive con ellos en Núñez y reconoce que está separada de Mauro: “Ahora estoy sola”.
El diagnóstico que cambió su vida
No es su tema favorito para la charla, pero habla de la leucemia que le diagnosticaron el año pasado: “Estoy bien, en tratamiento de por vida. El mensaje más doloroso hoy pasa verdaderamente por otro lado. Que me digan gorda o que tengo un pozo de celulitis, como me dijeron mil veces, pasó a un quinto plano, lo peor es que alguien diga que yo especulo con la enfermedad. Dijeron eso y causó mucho dolor. El hate que recibí en ese sentido fue tremendo”.
Y confiesa: “Si hubiera podido elegir, me habría gustado que no se supiera que estaba enferma. Pero también entendí que es parte de lo mío. Todo ocurrió al día siguiente de haber ganado el Martín Fierro, todo un tsunami. Me hice un laboratorio de control antes de viajar, se lo iban a entregar a mi secretaria y ella me dijo que me lo querían entregar a mí. Llamo y me toca un tipo que temblaba en el teléfono y no me quería dar la noticia. Yo pensaba acá hay algo raro y me fui directamente a los Arcos (el sanatorio). En Ezeiza nos estaba esperando un avión turco que el club (el Galatasaray) le había mandado a Mauro para ir a firmar el contrato”.
Y, con la voz quebrada, asume que “lo que más me dolió fue no poder decirles a mis hijos lo que estaba pasando. Me hubiera gustado manejarme de la manera en que me manejo siempre con ellos. Y no que se enteraran por los medios. Zaira me dijo ‘Hablá con Valentino, porque me mando un mensaje terrible. Te paso el screen shot (captura de pantalla). Lo leí y se me partió más el alma todavía.
-¿Se puede saber qué decía?
-Sí: ‘Decime la verdad, tía, vos no me vas a mentir, ¿cuántos días de vida le quedan a mi mamá?’. Kenny (su amigos y asistente) me dijo que estaba encerrado en el cuarto, que no comía, que no quería salir. Todo eso fue devastador.
-¿Llegaste a pensar en la muerte?
-Sí, claro. Lo llamé a Maxi llorando y le dije “vení que me estoy muriendo”. Mauro estaba al lado mío internado, Zaira volvió sorpresivamente de Ibiza, mi vieja destrozada. Con lo que decía la tele todos reaccionaban como podían y nosotros todavía no teníamos certezas. Susana (Giménez) me llamó y me contactó con un médico y me puse en manos de la medicina de inmediato. Justo tres meses antes de eso con Mauro habíamos ayudado a un chiquito con leucemia… y, mirá, al poco tiempo la internada era yo. Quiero ver a mis hijos crecer, quiero ver a mis nietos. Quiero vivir y seguir construyendo este imperio de buena gente y gente fuerte que es mi familia”.
Cuando a Wanda no se la persigue con el escándalo o cuando ella deja de mostrarse, aparece la Wanda que se deja ver, que es menos estridente que la mediática, sin por eso perder brillo.
Fuente Clarin