Residente, el puertorriqueño más argentino de la galaxia hip hop revalidó su popularidad en la primera gala porteña de su gira Las letras ya no importan, acompañado del imponente marco de un primer Movistar Arena abarrotado de fieles (repite este sábado).
El enamoramiento del multidisciplinario René Pérez Joglar y el público argentino tiene larga data. Se podría decir que su anterior -y ya mítico- grupo Calle 13 creció a la par de numerosas giras que pasaron por Buenos Aires y marcaron a una generación que encontró en su indiscutido flow, su perfil de sex-symbol combativo y peligroso, y sus rimas que desafían muchas cosas -desde las matemáticas a los estados de ánimo- un espacio en el que direccionar sus más amplios sentires.
Esta amplitud también es notoria en el público que pobló el recinto de Villa Crespo: distintas configuraciones sociales, el mismo tipo de identificación con el ídolo.
Tómese esta característica como una virtud de dimensiones para la carrera artística de René Pérez Joglar y acá la matemática deja todo en evidencia porque el tipo se desnuda de tal modo en sus barras que eso hace que sean muchos los que encuentren palabras de identificación allí.
De todos modos, entre todas las aristas que el trovador urbano despliega en sus canciones, hay un factor de popularidad indirecta que domina la psiquis del concierto: la contradicción. En cierta forma, su espíritu calentón, peliagudo, pero sobre todo reivindicativo lo hace escribir sobre la cornisa de lo violento y hasta del mal gusto, para luego volver sobre su sensibilidad y llegar a lugares realmente profundos -y bellos- con rimas incontestables.
Una biografía sonora
Con puntualidad tan filosa como la relación de las palabras que emplea, Residente y su numerosa banda salieron a escena para entregar un show que se parece a una biografía sonora de dos horas.
La inclusión de una dibujante que retrata escenas derivadas de las letras y una mecanógrafa que plasma en tiempo real todo lo que se dice el show en un papel intervenido por una romántica máquina de escribir ayudan al clima testimonial del evento.
René, vestido de oficinista pero con la omnipresente gorra con la R de su logo, comienza a recitar las palabras del tema que se llama como él, arropado en ese outro cinematográfico que es uno de los grandes logros del disco que vino a presentar.
Luego del vertiginoso final del tema en el que el percusionista Daniel Díaz mostraría sus dotes por primera vez en la noche, los corazones descansan para dar trabajo a las caderas. Un acertado medley que incluye partes de Pecador, Quiero ser baladista y su explosiva colaboración con Bizarrap es el game-changer que la fanaticada festeja.
En el show, dividido en escenas, se forma entre canciones completas y más medleys; como las secciones de baile y video emotivo en un cumple de 15, la fiesta es completa y el segundo medley vuelve a romper caderas: uno tras otro los extractos de Baile de los pobres, No hay nadie como tú, Cumbia de los aburridos, Atrevete y El aguante podrían configurarse como un show en sí.
La banda es un reloj multicultural y se nutre del aporte del talentoso pianista y crédito de Venado Tuerto Leo Genovese, y si bien el sonido se volvía algo confuso de a momentos, la voz de René se escuchaba clara y el mensaje llegaba intacto.
El público deliraba y creaba su propio medley que incluyó clásicos de toda la vida y hits de la última temporada: “¡Olé, olé, olé, olé, René, René!” hizo simbiosis con “¡El que no salta es un inglés!” el cual se transformó en un categórico “¡Milei basura, vos sos la dictadura!”.
En un guiño a la teoría de que el tiempo es circular el show concluye con 313, el tema que abre Las letras ya no importan. La voz sampleada de Penélope Cruz y la viva y directa de Silvia Pérez Cruz construyen un momento sanador; si Residente fuera un sacerdote, esta sería su manera de decirle a su gente que “pueden ir en paz”.
En la teoría del canto, hay profesores que sostienen que el inglés y el portugués son los idiomas más idóneos para cantar. A partir de Residente, esta regla podría reverse, ya que más allá de su lírica, tan universal como personal, es complicado pensar en otro rapero en castellano que tenga su consistencia.
Hay raperos, traperos y reguetoneros, hay crooners, sex-symbols y pendencieros. Artistas combativos con cabeza, corazón, razón y muchas rabietas. Hay quienes recitan sus vidas con actos y palabras, quienes odian con descaro y aman con paciencia, pero, ¡pero!, no hay nadie como René Pérez Joglar.
Fuente Clarin